28.8.07

diego, florencia, magalí

“hola a todos,
el próximo encuentro del Taller es este sábado 19 de Mayo en El Levante a las 11 de la mañana (cambio de horario sólo por esta vez).
En esta oportunidad nos visitan Gastón Duprat y Mariano Cohn. “

Ok. Este bendito sábado se suponía que venían Gastón Duprat y Mariano Cohn, pero no fue así, por razones personales no se presentaron, así que presentamos Diego Vergara, Florencia Rovere y yo.
Este sábado dio origen al nombre del blog, más adelante notarán por qué.

El primero en presentar fue Diego.
Diego dibuja de manera impresionante (y no me molesta ser terriblemente coloquial con este término).
Los primeros trabajos que vimos hoy fueron unos dibujos hechos en tinta china negra, de pequeño formato, que nos remiten quizás a imágenes de cuentos infantiles pero con un toque de absurdo.
Según él, se hablaba aquí de una “mala intención”, y efectivamente, en la presunción naif de la imagen se podía ver que había algo que no funcionaba, quiero decir, que no funcionaba de manera “benévola”, sino que algo extraño podía suceder.
Él trabaja mucho con imágenes de nuestra infancia, casi como un pequeño paraíso perdido lleno de tesoros por redescubrir.
Otro de los trabajos, también en pequeño formato, eran unas pinturas – casi fotografías – que giraban en torno a la temática de Woodstock. Aquí, vemos al hombre convivir pacifica e idealmente con la naturaleza, viviendo en comunidad y sin prejuicios. Otro paraíso visitable?
Todos parecen ser en Diego espacios utópicos. Todos. No siempre alegres, claro está. Hay un dejo de melancolía por una infancia perdida, por una sensación de bienestar, y esto se ve manifiesto en los dibujos antes citados, donde, casi metafóricamente, este revisitar la infancia no es justamente nada inocente, y en ese intento de recuperación de lo perdido no se vuelve al mismo lugar.
Desilusionados, casi. La mirada ya es adulta, en ese encuentro con el paraíso infantil. Es una mirada ya trabajada por los años, por el tiempo, con la conciencia –pero también con la voluntad implícita – de querer ese reencuentro, de desear traerlo incontaminado hacia aquí. Pero esto, como la utopía hippie de woodstock, permanece en el plano de la ilusión – que asumimos como tal.
Luego Diego despliega dos telas, en cada una de ellas hay pájaros, de diferentes especies, que conviven, también utópicamente, en un pequeño paraíso artificial.
Estas imágenes, tomadas de enciclopedias infantiles, por un lado se nos presentan distantes y justamente, artificiales en su gesto, ya que, en la realidad, estos son ecosistemas imposibles.
Pero hay diferencias entre una tela y otra. Las dos presentan una factura realista perfecta, pero en la primera, esta perfección encierra a esta escena en un hermetismo más “enciclopédico”, mientras en la segunda Diego se anima a jugar más con el gesto, casi reapropiándose de la imagen que previamente tomó prestada.
Siempre se trata de cre(c)er y no cre(c)er. Este supuesto absurdo (por la voluntad utópica, digo) a veces vuelve absurdo el absurdo mismo.

A Diego siguió María Florencia Rovere.
Frente a la compu, vimos un video de la presentación de su trabajo.
El tema (y casi TEMA, así con mayúsculas) de Florencia es el campo.
Pero no el campo como mera contemplación, como instancia árida, folclórica.
Ella reconoce el campo como propio, y se anima a recortar y a jugar con la visión del campo que nosotros, citadinos, tenemos.
El video es la presentación de estas escenas dentro de una tapera, dispuestas las pinturas en las paredes, interactuando con la estrucutra de la tapera y del campo mismo. El efecto que se produce es el de, justamente, recortar la inmensidad del campo en detalles manejables, casi portátiles, pero que a su vez no son fragmentos cerrados, sino que logran la continuación real con el entorno que representan. No es trompe l’oeil, porque cada imagen, en contexto, funciona como síntesis máxima que se dispara en diferentes direcciones.
A su vez, esta presentación sirvió como excusa para “desplazarse” realmente al campo, no encerrarlo, sino llevar al espectador a la cuna de las pinturas.
Desplazamiento, sí.
Florencia continuó la presentación mostrándonos a “la vaca”. Esta pintura acompañó a Florencia en el viaje que hizo al pueblo de sus abuelos a Italia –ella nos relató este viaje, todo lo que para ella significaba poder retornar a este lugar – y su afecto es el mismo afecto por el campo. Como si siempre hubiese estado allí.
Este proyecto “la vaca” consistió en “desplazarla” por todas las ciudades que ella visitó, fotografiándola junto a personas, monumentos, plazas, circulando esta “obra de arte” por espacios inusuales, descontextualizando este supuesto lugar que deben habitar las pinturas (las paredes?) y planteando un corrimiento de la mirada contemporánea sobre lo supuesto tradicional.
A su vez, la vaca sirvió como excusa para entablar contactos, y marcar, asimismo, su punto de referencia.
Increíblemente, la vaca explicitó, con una simpleza asombrosa, el diálogo implícito de la obra con el espectador.

Después de almorzar, me tocó el turno.
Ante la pregunta “por qué ustedes piensan que lo que hacen es arte”, dio inicio la primera sesión de la mesa vulnerables.
Como evidentemente yo hablaba, no tomé notas en este momento.
Hice una pequeña catarsis en un mail (que publico aquí arriba), y un diálogo maravilloso con Graciela en el que descubro el término –para mí- más importante y significativo del año:: el cuerpo vibrátil.
Aquí abajo, un link al blog de ana, que se encargó, al modo de la nenalimalimón, de documentar el asuntito:


http://nenalimalimon.wordpress.com/2007/05/21/el-sabado-fue-una-tarde-de-vulnerables/

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