3.12.07

dario

Para su presentación, Darío nos trajo su colección de recortes.
Decir colección de recortes es decir un archivo de notas policiales, de revistas, de diarios, mechadas con una cuota de bizarrismo y de policial negro, mechadas con las anécdotas de la recolección, con las formas de asociación, con una escala de valor, con un poco de morbo.
Si bien su obra se centra en dibujos – calcos con carbónico de fotografías que ilustran las notas policiales- su otra obra es la narración.
No sé si se nutre de estas mismas noticias, pero poco a poco se mezcla con el lenguaje de lo que está representando. Sus dibujos flotan como flotan los casos resueltos – poquísimos-, son etéreos, son transparentes, como si quisiesen, en esa limpieza, purgar una culpa ajena que es atractiva, un culebrón que hay que simplificar para desentrañar.
Porque aquí hay culebrón. Hay culebrón en sostener el archivo, hay culebrón a la hora de narrarlo.
Nos detenemos todos a pasar páginas, observando fotografías –algunas in-mirables- a reconstruir el relato junto con él.
Porque, si nos detenemos, sus dibujos pueden pensarse como síntesis, como ir al nudo del conflicto, como volver al lugar del hecho.
Hace poco, en una muestra suya en la secretaría de cultura y mirando los trabajos, le comentaba lo fantástico que sería ver esos mismos dibujos en tamaños gigantescos, en vidrios, que nos invadan y que a su vez, sean etéreos y tras-pasables, que se expandan.
Porque si bien condensan, disparan una historia. Como un fotograma. Sabemos que hay un principio, que hay, más adelante, un desenlace. Pero aquí nadie mejor que Darío para completar la historia. Con sus manos o con sus palabras.

cecilia y mónica



En el día de hoy ví por primera vez las presentaciones de Cecilia y de Mónica. Si bien ya estamos en la segunda vuelta, me perdí las primeras.
Cecilia Orso viene de Córdoba. Frecuenta el taller como todos nosotros, cada quince días. Ella tiene un proyecto llamado “los patios”, qué consistió, en una primera instancia, en armar un patio “colectivo” en Casa13, en Córdoba Capital. El requisito era que cada persona llevara una planta, que luego formarían parte del staff permanente del patio. Hasta aquí, lo que yo sabía.


Hoy Cecilia trajo unos dibujos. Son dibujos de plantas, o más bien orgánicos, de diferentes tamaños, trabajados con diferentes materiales, todos muy coloridos. Fibras, fibrones, crayones, muchos colores flúo, muchas capas. Enredaderas de colores, pensaba yo, dispuestos azarosamente sobre la mesa. Algunos de ellos estaban embolsados –terminados?- , como parte de un inventario personal de plantas, que forman, a su vez, un jardín dispuesto sobre la mesa. Collage de especies de plantas.
No son los patios y los jardines collages?
Los dibujos completan las hojas, no dejan un respiro al blanco, casi. Como si fuesen pequeños fragmentos de algo más grande, extensible. Mosaicos vegetales.
Casi hermanas de los “mosaicos vegetales”, las pinturas de las diferentes plantas que Cecilia entregó en mano como parte de su proyecto en el patio en La Punta, en Tucumán.
Aquí la propuesta fue llevar cada uno una planta, nuevamente, pero dando a conocer qué tipo de planta llevaría. Así, ella preparó, para cada participante, una pintura, que fue entregada a modo de intercambio. Un collage diferente, un collage en el aire?
En esta devolución, se generó un intercambio afectivo, casi casi un proyecto compartido, todos participando de la obra, todos en ella. Y se generó, también, otra forma de mostrar: casi mostrando en situación, jugando con una sorpresa, jugando con un premio que era la pintura, la planta, el encuentro y el momento. Porque, en muchos casos, vamos entendiendo que lo más importante en una obra es, justamente, lo que no se ve, sino lo que se crea.

Siguió con su presentación Mónica.
Mónica es fotógrafa, y hace tres años viene trabajando con “Feria de Vanidades” en la muestra colectiva de fotografía.
Feria de Vanidades consiste en generar autorretratos; auto, justamente, porque ella emplaza el dispositivo –la cámara- para permitir que cada participante se retrate, según la propuesta. Fueron pies, fueron culos, fueron ombligos.
A su vez, Mónica registra la situación de la producción. Charlando con ella, creo que comenzó a pensar su propio trabajo como obra, ya que fue generando inconscientemente la necesidad de documentarla como tal. Ya no son solamente las fotografías de los retratados, sino que está ella, fuertemente, recorriendo la obra, apuntalando(nos), en silencio, preguntas: cómo nos ven los demás? cómo quiero que me vean?
Se desnudan los retratados y se desnuda el prototipo: lo que vemos es lo que hay, vemos el proceso del trabajo y la evolución del proyecto y la resultante –lo que se muestra- es lo que la obra es: ese gran todo.



Mientras miraba las poses de las personas, las fotografías, las caras, recordaba esas máquinas de fotos - carnets automáticas, donde por monedas uno se autorretrata.
Y
entonces, la fotógrafa, aquí? La máquina?
Por primera vez, Mónica se anima a pensarse como autora, le decía, donde se permite cuestionar, poco a poco, no el elemento fotográfico, o la imagen, sino la capacidad de recepción y de producción de la misma, generando preguntas. A nosotros y a ella.
Aquí aparece, y de manera muy natural, la experiencia del Levante como espacio habilitador del discurso. Porque Mónica está aquí para pensar en su obra, o dejar de pensarla. Está aquí para dialogar, y para perderse claro.

(agujero temporal, hoy)