3.12.07

dario

Para su presentación, Darío nos trajo su colección de recortes.
Decir colección de recortes es decir un archivo de notas policiales, de revistas, de diarios, mechadas con una cuota de bizarrismo y de policial negro, mechadas con las anécdotas de la recolección, con las formas de asociación, con una escala de valor, con un poco de morbo.
Si bien su obra se centra en dibujos – calcos con carbónico de fotografías que ilustran las notas policiales- su otra obra es la narración.
No sé si se nutre de estas mismas noticias, pero poco a poco se mezcla con el lenguaje de lo que está representando. Sus dibujos flotan como flotan los casos resueltos – poquísimos-, son etéreos, son transparentes, como si quisiesen, en esa limpieza, purgar una culpa ajena que es atractiva, un culebrón que hay que simplificar para desentrañar.
Porque aquí hay culebrón. Hay culebrón en sostener el archivo, hay culebrón a la hora de narrarlo.
Nos detenemos todos a pasar páginas, observando fotografías –algunas in-mirables- a reconstruir el relato junto con él.
Porque, si nos detenemos, sus dibujos pueden pensarse como síntesis, como ir al nudo del conflicto, como volver al lugar del hecho.
Hace poco, en una muestra suya en la secretaría de cultura y mirando los trabajos, le comentaba lo fantástico que sería ver esos mismos dibujos en tamaños gigantescos, en vidrios, que nos invadan y que a su vez, sean etéreos y tras-pasables, que se expandan.
Porque si bien condensan, disparan una historia. Como un fotograma. Sabemos que hay un principio, que hay, más adelante, un desenlace. Pero aquí nadie mejor que Darío para completar la historia. Con sus manos o con sus palabras.

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