6.11.07

alejandra y andrea

Alejandra Noguera fue la primera en presentar en la segunda parte del año.
Yo no había visto su presentación anterior, así que era la primera vez que me enfrentaba con su trabajo.
Ella presentó unas fotos tomadas en una escuela bastante deteriorada en Máximo Paz, y luego una serie de fotos de frentes de casas abandonadas, también en Máximo Paz.
Máximo Paz es su lugar de proveniencia, y según ella nos contaba, la intención era poner en evidencia una especie de éxodo que se produjo en el pueblo, por cuestiones económicas hacia grandes ciudades como Rosario, y entonces esta especie de “vista fantasmal” de varios de los barrios.
En realidad, todos acordamos que había una falencia en el uso del recurso fotográfico, no por una cuestión técnica sino en el orden del discurso: es un trabajo que necesita constantemente apoyarse en las palabras de la autora, porque por sí solo no sostiene la intención. Una de las propuestas fue que recupere cierta dimensión “subjetiva”, que busque su visión de esas imágenes.
Porque nos enfrentamos a un vuelo de pájaro, en redondo, en un barrio desconocido, donde quizás nos pierde el no reconocer a la autora ni en el planteo ni a ella como habitante del lugar.
Ella hablaba constantemente de un vacío, cuando, al menos yo, nos topábamos con una idea de abandono enorme.

Después presentó Andrea. Ella es una de las residentes (de los “extranjeros” ;), vive en Tucumán.
El trabajo de Andrea es el silencio. Los secretos.
Quedé bastante impresionada por la suavidad y la frescura con la que hilvana sus ideas y sus imágenes, que acompaña perfectamente su tono de voz, sus gestos.
Ella nos hizo una especie de retrospectiva de su trabajo, empezando con unas imágenes de tiras de palabras, unas cintas transparentes completamente escritas y superpuestas, jugando con lo que se ve y lo que se oculta, como luego dirá ella “ensayo para la construcción de un secreto”. Qué se dice? Qué se oculta?
Una obra tiene mucho de secreto, mucho. Hay que develar, entrever.
De causar y generar una ilusión, de ocultar y mostrar simultáneamente, y sobre todo, de engañar.

Andrea viaja. Su mamá vive en Cutral Có y su papá en Tucumán, y eso la hace desplazarse constantemente, moverse.
Los movimientos generan imágenes. Imágenes que requieren un proceso de acompañamiento del espectador para leer ese desplazamiento, ese secreto del viaje eterno de Andrea.
“Recorridos acumulados”, el nombre, la propuesta de ese mundo experimentado a través de viajes, usando materiales y medios propios de los lugares, documentando, recolectando, capturando los sitios a partir de la utilización de distintos lenguajes que concuerden con cada distinto recorrido. Cada fragmento de lugar genera diferentes lecturas, y por ende, diferentes imágenes.
“Lo plástico le gana a lo conceptual”, dice Andrea. Y ahí aparece la mirada propia, ofreciendo su recorrido para que a su vez nos genere nuestro propio recorrido, paseando entre imágenes y luces y veladuras y sombras, entre relatos de un viaje que nos incita a movernos en la acumulación nuestros propios pasos.
Este trabajo por capas – de ella y nuestro- genera una construcción temporal de su puesta, de su viaje y de nuestra lectura, caminando la escenografía, efímera , para eternizarla como un archivo de nuestra mirada.