4.12.07

maria luisa y natalia


Nos sentamos en la mesa para ver el trabajo de María Luisa.
Luisa trabaja con los recuerdos. Recuerdos de personas, de lugares, de aromas. Pero no son recuerdos al azar, son evocaciones desde un lugar de afectividad.
Nos contaba que su anterior trabajo fue una proyección de diapositivas en su cocina, porque ella encuentra, en ese lugar tan íntimo y a su vez tan social, un lugar para desparramar olores y sensaciones, recuerdos y sobre todo, experiencias compartidas.
Ahora vemos un mantel, el mantel de su abuela. En Luisa cada elemento cuenta una historia personal y, mágicamente, una historia que permite que nos anclemos desde nuestra historia.
Porque la infancia suele ser un lugar retomado desde la nostalgia. Y la nostalgia, muchas veces, nos remite a un lugar de quietud. Lo que ella hace es invitar.
Que nuestros recuerdos dialoguen con los recuerdos de los demás.
En ese mantel, bordado a mano, emulando un mapa de la casa de su abuela, lleno de muñequitos, caminamos recordando cumpleaños, juegos, canciones. Porque todos –todos- nos reconocemos en ese intento de evocar con respeto, sin clichès, el momento fundante de nuestra propia memoria.
Así, algo que parece lúdico se transforma en un dispositivo simplísimo y quasi perfecto para jugar. El recuerdo simple se transformó en un tablero de colores y formas, como antes lo fueron los azulejos. Hay que saber buscar esos lugares cotidianos para desplegarnos, escaparle a las paredes, avanzar por los muebles. Como cuando, de chicos, no respetábamos esas paredes y las escribíamos sin parar. Eso.



Yo miraba de reojo que Natalia desplegaba su colección de vasos. Sus recortes de cajas de vasos con formas de vasos. Muchísimos. De todas las formas. Una repisa irrompible volcada en el piso. Y después, las formas “recuperadas” de los papeles picados. Encontrar el mensaje oculto que encierran mil papelitos encerrados en una bolsa. Y otra caja por acá, con recortes. Y allá, etiquetas de cindor. Y cajas. Y papeles. Natalia camina con su pasado-y futuro, en cajas. Ella sueña –por lo que veo- con la colección total. Una colección total que sea materia prima para generar otras cosas. Es como si ella pensase constantemente en un futuro. En una obra por hacerse. Entonces, el mientras tanto es el juntar. “archivo de potencias” había dicho Eduardo Molinari. Es lo que está haciendo Natalia.
Pero todo –todo- pasa aquí por la forma de archivar. Así su archivo no comienza a tragar su proyecto. Mauro le sugiere que no espere ese “momento mágico” para empezar a aplicar sus materiales. Ese momento tiene que surgir a la par de la colección. Así la colección traza su propio camino y, justamente, desemboca creando ese momento mágico.
Pensaba – y no me animé a proponer- en generar nuevas formas de archivar esos elementos. Lo observable, lo palpable, lo filmable, lo fotografiable. Que diferentes elementos de diferentes colecciones empiecen a convivir. Que esa convivencia cree, justamente, una nueva percepción de los mismos. Porque quizás la obra son esos mismos elementos, pero transformados por la mano de Natalia. Que en vez de archivo de potencias sea archivo de sugerencias. Y que funde nuevos objetos.

3.12.07

dario

Para su presentación, Darío nos trajo su colección de recortes.
Decir colección de recortes es decir un archivo de notas policiales, de revistas, de diarios, mechadas con una cuota de bizarrismo y de policial negro, mechadas con las anécdotas de la recolección, con las formas de asociación, con una escala de valor, con un poco de morbo.
Si bien su obra se centra en dibujos – calcos con carbónico de fotografías que ilustran las notas policiales- su otra obra es la narración.
No sé si se nutre de estas mismas noticias, pero poco a poco se mezcla con el lenguaje de lo que está representando. Sus dibujos flotan como flotan los casos resueltos – poquísimos-, son etéreos, son transparentes, como si quisiesen, en esa limpieza, purgar una culpa ajena que es atractiva, un culebrón que hay que simplificar para desentrañar.
Porque aquí hay culebrón. Hay culebrón en sostener el archivo, hay culebrón a la hora de narrarlo.
Nos detenemos todos a pasar páginas, observando fotografías –algunas in-mirables- a reconstruir el relato junto con él.
Porque, si nos detenemos, sus dibujos pueden pensarse como síntesis, como ir al nudo del conflicto, como volver al lugar del hecho.
Hace poco, en una muestra suya en la secretaría de cultura y mirando los trabajos, le comentaba lo fantástico que sería ver esos mismos dibujos en tamaños gigantescos, en vidrios, que nos invadan y que a su vez, sean etéreos y tras-pasables, que se expandan.
Porque si bien condensan, disparan una historia. Como un fotograma. Sabemos que hay un principio, que hay, más adelante, un desenlace. Pero aquí nadie mejor que Darío para completar la historia. Con sus manos o con sus palabras.

cecilia y mónica



En el día de hoy ví por primera vez las presentaciones de Cecilia y de Mónica. Si bien ya estamos en la segunda vuelta, me perdí las primeras.
Cecilia Orso viene de Córdoba. Frecuenta el taller como todos nosotros, cada quince días. Ella tiene un proyecto llamado “los patios”, qué consistió, en una primera instancia, en armar un patio “colectivo” en Casa13, en Córdoba Capital. El requisito era que cada persona llevara una planta, que luego formarían parte del staff permanente del patio. Hasta aquí, lo que yo sabía.


Hoy Cecilia trajo unos dibujos. Son dibujos de plantas, o más bien orgánicos, de diferentes tamaños, trabajados con diferentes materiales, todos muy coloridos. Fibras, fibrones, crayones, muchos colores flúo, muchas capas. Enredaderas de colores, pensaba yo, dispuestos azarosamente sobre la mesa. Algunos de ellos estaban embolsados –terminados?- , como parte de un inventario personal de plantas, que forman, a su vez, un jardín dispuesto sobre la mesa. Collage de especies de plantas.
No son los patios y los jardines collages?
Los dibujos completan las hojas, no dejan un respiro al blanco, casi. Como si fuesen pequeños fragmentos de algo más grande, extensible. Mosaicos vegetales.
Casi hermanas de los “mosaicos vegetales”, las pinturas de las diferentes plantas que Cecilia entregó en mano como parte de su proyecto en el patio en La Punta, en Tucumán.
Aquí la propuesta fue llevar cada uno una planta, nuevamente, pero dando a conocer qué tipo de planta llevaría. Así, ella preparó, para cada participante, una pintura, que fue entregada a modo de intercambio. Un collage diferente, un collage en el aire?
En esta devolución, se generó un intercambio afectivo, casi casi un proyecto compartido, todos participando de la obra, todos en ella. Y se generó, también, otra forma de mostrar: casi mostrando en situación, jugando con una sorpresa, jugando con un premio que era la pintura, la planta, el encuentro y el momento. Porque, en muchos casos, vamos entendiendo que lo más importante en una obra es, justamente, lo que no se ve, sino lo que se crea.

Siguió con su presentación Mónica.
Mónica es fotógrafa, y hace tres años viene trabajando con “Feria de Vanidades” en la muestra colectiva de fotografía.
Feria de Vanidades consiste en generar autorretratos; auto, justamente, porque ella emplaza el dispositivo –la cámara- para permitir que cada participante se retrate, según la propuesta. Fueron pies, fueron culos, fueron ombligos.
A su vez, Mónica registra la situación de la producción. Charlando con ella, creo que comenzó a pensar su propio trabajo como obra, ya que fue generando inconscientemente la necesidad de documentarla como tal. Ya no son solamente las fotografías de los retratados, sino que está ella, fuertemente, recorriendo la obra, apuntalando(nos), en silencio, preguntas: cómo nos ven los demás? cómo quiero que me vean?
Se desnudan los retratados y se desnuda el prototipo: lo que vemos es lo que hay, vemos el proceso del trabajo y la evolución del proyecto y la resultante –lo que se muestra- es lo que la obra es: ese gran todo.



Mientras miraba las poses de las personas, las fotografías, las caras, recordaba esas máquinas de fotos - carnets automáticas, donde por monedas uno se autorretrata.
Y
entonces, la fotógrafa, aquí? La máquina?
Por primera vez, Mónica se anima a pensarse como autora, le decía, donde se permite cuestionar, poco a poco, no el elemento fotográfico, o la imagen, sino la capacidad de recepción y de producción de la misma, generando preguntas. A nosotros y a ella.
Aquí aparece, y de manera muy natural, la experiencia del Levante como espacio habilitador del discurso. Porque Mónica está aquí para pensar en su obra, o dejar de pensarla. Está aquí para dialogar, y para perderse claro.

(agujero temporal, hoy)