23.8.07

Como todos saben, creo, una de las preguntas que me trajo hasta acá es la pregunta por la imagen artística, cómo esta se reconoce en un mundo de imágenes.
Y obviamente, la pregunta básica por el arte.
En este segundo día de presentación, noté que inconscientemente (o no) surgen conceptos o ideas que van relacionando las obras.
Entonces, poco a poco, la gran pregunta mía puede tomar otros matices, otras formas de responderse.
Creo, después de escucharlos, que un artista funda un mundo. Fundamental.
Funda un mundo y tiene que sostenerlo. Cómo lo sostiene? Lo sostiene con sentido.
(no quiero caer en Heidegger, pero es una referencia que se me aparece involuntariamente).
Este mundo fundado como obra participa a su vez de muchos mundos, generando un diáologo. Otra premisa para sostenerlo: la voluntad comunicacional y relacional.
Quiero pensarlo como una característica propia del arte, un mundo nuevo y con sentido, con capacidad de manifestarse de mil formas, en mil formas, hacia mil formas.
Fundando este mundo de sentido, el artista podría entonces señalar, marcar, crear, hacer ver, buscar. Porque lo que hace a la obra ya no es la imagen, sino la idea que se encuentra detrás, que sostiene.
Y aquí, también, la pregunta por la responsabilidad del artista. No son (o no son sólo) responsabilidades morales, sino responsabilidades de sentido, de compromiso con la propia obra, y con el respeto. Compromiso entonces de respeto hacia lo otro, hacia el espectador (lo seguimos llamando espectador, como si siguiese expectante, como si no participara?), considerándolo “capaz” de responder al sentido nuevo propuesto, a la responsabilidad de formar parte, también, de ese mundo.
Diálogo, entonces, entre uno y más. Conversación.
Manifestando aquí las múltiples formas que estas podrían tomar.
Cabe aquí, entonces, la pregunta por la autoría. Y la pregunta por el sentido puede ayudar, creo.
A modo de ejemplo, tomo la obra “Oesterheld”, de Analia.
Todos conocemos la obra, el stencil del eternauta, a escala humana. Y conocimos el planteo de Analía en cuanto no se mencionaba su nombre cuando su obra era citada en distintas publicaciones. Tema complejo, porque pareciera que el anonimato que otorga la calle (y que a veces es buscado, pero no creo que este sea el caso) anulara la persona del artista detrás.
Creo que lo fundamental aquí es preguntarse por el sentido mismo del eternauta como personaje, y la imposibilidad (quizás) de otorgarle un sentido nuevo por fuera de éste, aunque esto último haya sido (o no) intención de Ana. Este personaje necesitaba, a mi parecer, de un sentido “nuevo”, último, de público conocimiento como lo fue la obra misma. Y, si la obra en cuestión necesita de un soporte externo para sostenerse en su mundo, hay un problema comunicacional y relacional. No para ser entendido como manifestación artística, sino para ser entendido como una “otra obra” separada de su “original”.
Esto es simplemente una propuesta, para poder pensar realmente a la calle como lugar posible, y no como lugar homogeneizante.

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