28.8.07

Me quedé pensando mucho después de la presentación del sábado.
Una sensación de no haber hecho las preguntas correctas.
O quizás, no no-correctas, sino que son preguntas que me hago a mí misma.
A decir verdad, fue muy interesante notar que cada uno está bien convencido, que son preguntas que no –o ya no- se formulan; como decía Ana, las cosas son más simples, “uno hace y ya”.
Digo preguntas a mí misma quizás porque en algún momento, cuando todavía producía “plásticamente”, tuve la necesidad –quizás por la falta de- de una formación teórica un poco más profunda, que me llevó a repensar mi propia producción, y así ver que en ese momento me había enamorado de las palabras.
Este amor surgió a partir de una necesidad de “continuar” las obras de los demás.
Como bien decía Evangelina, las “capas”, el metalenguaje que quizás se agrega a la “obra” original.
Ya no sé si utilizar las palabras “arte”, “obra”, porque parecen enormes, como hace tiempo quise dejar de usar las palabras “teoría” y “crítica”, porque me parece que se despegan demasiado de una obra. Y ayer justamente me cuestioné eso.
Si de algo estoy segura es de que mi unión con el arte pasa por una necesidad de producción, y a su vez por una necesidad de “contemplación” y “participación” con las obras ajenas. Toda mi vida fue así.
Y me dí cuenta que puede existir la figura del “espectador-participante”, y me parece que me ubico allí. Esto pensaba ayer.
Y, como decía antes, ese despegarme de la tradicional “teoría y crítica” tiene que ver con una forma “afectiva” de involucrarme con las obras.
Esto lo noté cuando, en su momento, Evangelina me invitó a escribir sobre su obra.
Ella me hizo hablar. No de ella, sino de mí en ella. Y así, hacer aparecer otra-capa de su obra, que habla de ésta, pero a su vez no, sino que dialoga con la obra.
Hay momentos de “click”. Ese click, que yo lo siento en la panza, acontece cuando la obra se “abre” a mí, como si “entendiese un chiste”. Cuando aparece la posibilidad de “lo que yo le quiero decir”. Ese click es ese instante, esa fugacidad que a veces congela la normalidad del paso del tiempo. Y el tiempo siempre fue un gran tema para mí.
Hace poco retomé mi trabajo con la fotografía. De manera casual, volvió a mí.
El otro día, durante la presentación de Hernán, pensé en la posibilidad de que las imágenes generen imágenes. Por empatía, por necesidad.
Hace un tiempo volví a tener esa necesidad. Ese click en la panza, cuando caminaba por la calle con la cámara.
Pensé, otra vez, en la fugacidad de nuestro registro visual en la calle, el resto, lo que retenemos, los fragmentos, los detalles. Y comencé a fotografiar lo que llamé “los fragmentos que somos a los ojos de otros”.
Dónde depositamos las miradas? Qué vemos en los demás cuando los vemos sólo un instante?
Esta es mi pregunta nueva, la que me genera este otro lugar que es el taller.

Porque, por un lado está ese click instante que yo vuelco en el cuaderno, el diálogo inmediato con la producción de los otros. Despegado de toda crítica y teoría tradicional, dejando de lado esa distancia con las obras, esa insistente voluntad de generalización y clasificación y explicación, para mí ya caducas.
Y por otro lado, la imagen que me genera imagen, la reaparición de mis propias imágenes que quiero hacer dialogar con los demás.
Todo esto fue mi click del sábado.

1 comentario:

ionito dijo...

permiso
aca encuentro mis palabras
y mi clik, claro, tambien
porque uno se pone contento
o sonrie de manera boba reconfortante
cuando el otro dice algo que uno ya penso o piensa o por el mero entendimiento (el reirse de un chiste seria el extremo de esto, amparado por una costumbre cultural de reacción).

Hablando del pepel del expectador, el que mira, me quedo hace unas semanas dando vuelta en la cabeza lo de este loco, Habacuc, el artista este costarricense, en el torno al cual se genero tanto escandalete. Y lo que dijo Cippolini, de pensar si el espectador, como catalizador frente a esto no estaba en condiciones de meter mano, de interactuar y revertir este gesto (en caso de que le moleste).
Esta bueno, porque no es tan simple. Hasta donde se puede respetar una obra, hasta donde podemos interactuar y tranformala, hasta que punto estamos educados para solo contemplar.


Un cortito y al pie.
Sigo leyendo. Hasta lo que lei me parece todo libro editable, jeje